¿Vasco versus euskaldun?


Hace tiempo que la comunidad euskaldun practicante está en ebullición, aunque yo más bien diría quen en crisis. Ya de antes por otros motivos, pero fundamentalmente a raiz de la presentación del Plan Vasco de la Cultura surgió una polémica más ideológica que terminológica.

Antes de nada aclarar que empieza a denominarse practicante a aquella persona que además de saber el euskara lo habla habitualmente. Esta nueva denominación obedece a que en los últimos 20 años ha aumentado sensiblemente el número de euskaldunes, pero buena parte de ellos son pasivos, es decir, los saben pero no lo hablan. Luego los que lo usamos habitualmente nos hemos convertido, de la noche a la mañana, en practicantes.?
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Otro tanto empieza a ocurrir con el vocablo “euskal” que en castellano se denomina “vasco”. ¿Son acaso unívocos? La duda o, más bien, la polémica, radica en que un sector de los practicantes consideran que el “euskal” solo se puede referir al euskara, luego el “Kulturaren Euskal Plana” debe ceñirse a toda creación cultural basada en el euskera.

Y no ha sido esa la intención del Departamento de Cultura cuando en castellano ha denominado al plan como Plan Vasco de Cultura, en cuyo ámbito caben las las acciones culturales llevadas a cabo tanto en euskera como en castellano. A modo de ejemplo: la labor literaria desarrollada en castellano por los ínclitos Ezquerra y Guerra Garrido están, desde el punto de vista de la cultura vasca, al mismo nivel que la desarrollada por Atxaga o J. Muñoz.

Al hilo de lo que más arriba comentaba hubo bastante polémica en los círculos frecuentados por los euskaldunes practicantes. Se enfrentaron dos concepciones dispares; la una defendida por el catedrático de la UPV Ramón Zallo (no practicante), a la sazón asesor del lehendakari y “alma mater” del Plan; y la otra, defendida por Joxe Manuel Odriozola.

Pero ha sido un artículo del bersolari Igor Elortza publicado en el último número del semanal “Argia” el que me ha llamado la atención. En él dice: “Hormaren bi aldeetan gaudenok oso gutxi baitakigu elkarren berri. Euskaldunok ere apenas ezagutzen ditugun erdarazko sorkuntzan ari diren euskal herritarrak. Erdaldunek ere, ez dirudi euskaraz egiten denarekiko interesik dutenik. Aurreiritziak nagusitu dira batzuengan zein besteengan. Eta zaila izango da horiei buelta ematea.”, que viene a significar que hemos pasado demasiado tiempo a ambos lados del muro, que los euskaldunes apenas conocemos la obra de los “otros” vascos, y viceversa; que a todos nosotros nos han vencido los prejuicios; y lo peor de todo: que no será fácil darle la vuelta, pero que hay que intentarlo.

Dicho por un bersolari, y no por un político o un mingafría cualquiera, tiene un enorme valor, ya que el mundo del bersolarismo (excepciones aparte como la de Egaña) es cercano a la izquierda abertzale, aunque también yo admito un punto de prejuicio en mi opinión. Admitir que el label de autenticidad vasca no reside sólo en el bando euskaldun es ya un auténtico éxito. Afirmar que habrá que abrir puertas es mucho decir a estas alturas, sobre todo cuando el número de euskara-escépticos aumenta en progresión aritmética entre los propios practicantes.

Hay ebullición, todo está como en crisis, y sólo de élla puede salir algo bueno. Esperemos que así sea.

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