Agur, Aita Saindua


Así es como los euskaldunak denominamos al Papa. Cabeza de la Iglesia católica, y no de la cristiandad, como al día de hoy pueden creer millones de creyentes, agnósticos y ateos. Para ilustrarlo, hoy podremos apreciar una fotografía clara de las distintas iglesias que pueblan el mundo cristiano, ya que todas ellas —sin excepción— estarán representadas en los fastos funerarios que el Vaticano ha organizado “in memorian”, y en donde las citadas iglesias y el resto de creencias religiosas estarán representadas por sus máximos dignatarios.

Precisamente fue la figura del Papa y la centralidad romana una de las piedras angulares sobre la que se gestaron las primeras disensiones en la Cristiandad. Ahí nos encontramos con Lutero, Calvino, Enrique VIII y tantos otros, que de sus diferencias personales con el Papa hicieron surgir, por su lado, una nueva Iglesia: la iglesia luterana, calvinista, anglicana, protestante, evangélica, ortodoxa, mormona, de los testigos de Jehová, (…) Todas ellas cristianas, pero sin ningun sometimiento a la infalibilidad papal. Todas ellas rendirán homenaje hoy —pleitesía obliga— al “capo” católico.

Papa considerado en amplísimos círculos como conservador, retrógrado y carca. Como muestra no hay más que leer lo que están publicando al respecto insignes y marginados personajes como Leonardo Böff o Hans Küng. Pero otros no menos insignes lo ensalzan. ¿Ha sido verdaderamente éste un papa nefasto? Yo tengo mis dudas.

La Iglesia católica, y también el resto, están formadas por hombres (fundamentalmente) y mujeres de carne y hueso, dotados de virtudes y defectos como el resto de mortales, con miserias humanas como la envidia, perversión, egoísmo, insidia, maquinación, soberbia y otros más acechándoles constantemente. Tengo para mí que la Iglesia católica está absolutamente necesitada de cambios estructurales en el “modus operandi” de la jerarquía, por ejemplo para insertar en ella —desde ya— al mundo femenino. Está necesitada de distribuir más equitativamente el poder con las iglesias emergentes de África y Sudamérica. Necesitada de amoldar su discurso (no tanto su doctrina) a los nuevos tiempos. Y necesitada de algunos cambios más.

Ahora bien, que alguien me explique de qué manera vende el mismo discurso a una persona occidental como yo mismo, y a otra residente en un suburbio de Quito, por ejemplo. Posiblemente el de Quito y yo debiéramos de pertenecer a credos diferentes, porque no tenemos nada en común, salvo la condición humana. A nosotros los acomodados, hedonistas y egoistas occidentales nos mola criticar la doctrina eclesiástica respecto de los preservativos, la eutanasia, la utilización de células madreo o el divorcio. El de Quito sólo se preocupa de subsistir, ni siquiera se preocupa de que su situación es consecuencia directa del expolio y esquilmación a la que han sometido a su territorio los occidentales blancos (hoy día también chinos o indios).

Los que actualmente nadamos en la abundancia podemos estar hundidos en la miseria dentro de 50 años; y no es una “boutade”, es algo que cada día que pasa está más presente, y un somero repaso a la historia así lo certifica. ¿Plantearíamos en una situación diametralmente opuesta a la actual interrogantes del mismo tenor? Seguro que no. Luego sólo hay dos opciones: 1.- Un mismo discurso para toda la humanidad; es decir, aceptar bajo el mismo techo al vergonzante opulento y al extenuado y harapiento miserable; 2.- Crear distintas iglesias en función de recursos económicos, de ideologías políticas, de lenguas, de razas y de países; situación, por cierto, que en la historia se ha dado con demasía, y cuyas consecuencas son apreciables en la pluralidad de concepciones cristianas.

Que cada cual elija libremente. Eso, al día de hoy, sí lo podemos hacer. A los católicos más bien resignados sólo nos queda aquello de: ¡¡Ha muerto el Papa, viva el Papa!!

Agur, Aita Saindua, ondo izan Ama Birjiñaren ondoan.