Miserias humanas


El otro día, sentados tranquilamente sobre la arena del playa, la tía de mi mujer sacó el tema de las hambrunas africanas, concretamente la de Niger. Se la veía muy afectada, muy concienciada por el tema. Como solicitó mi opinión, se la dí.
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Le comenté que el mundo occidental no tenía el más mínimo interés en solucionar ese tipo de conflictos que, además, no le crean ningún problema de moral, más allá de las cuestiones de apariencia. Que pudiendo evitar el SIDA que asola buena parte del continente, no lo hace. Que con un pequeño porcentaje del presupuesto militar americano se podría hacer frente a la hambruna, al SIDA y a las más elementales necesidades del continente negro.

Le hice saber que en los últimos cuatro años han muerto violentamente en el Congo entre tres y cuatro millones de personas, y ello porque en su franja nororiental hay de todo eso que codiciamos tanto: coltán, diamanes, petróleo, (…). Que esa selva protegida por la Unesco estaba siendo literalmente devastada para saquear todo lo que en él había. Le dije que cada país de los poderosos (Francia, China, Gran Bretaña) estaba contando con alguno de los países del entorno del Congo para lanzar a sus multinacionales a la tarea esquilmadora. Le dije que los americanos tienen intención de retirar sus ejércitos de Europa y Este asiático, para colocarlos en Oriente Medio y, sobre todo, en África (Congo, Guinea, Nigeria, Mauritania); Precisamente allí donde hay algo que recoger. Le dije tantas cosas del mismo estilo que terminó por exigirme que me callara.

Pero esa "negra" realidad se ceba diariamente en nuestras conciencias, pero no con la intensidad suficiente como para darnos cuenta de la enorme tragedia que es África. Cada mes comienza una nueva guerra civil que, siendo bondadoso con las cifras, deja cientos de miles de muert@s, mutilad@s, violadas, desplazad@s. Del SIDA casi ni hablamos, su tétrica figura se va apoderando de todo el continente, sin que a nadie le importe un pimiento. A nadie.

Occidente necesita del SIDA, de las guerras fratricidas, de los dirigentes impresentables. Lo que Occidente no puede permitir es otra zona que despegue como China o India, y necesite de ingentes recursos para su desarrollo. Occidente piensa en su supevivencia, y para ello África está bien como está, al igual que Sudamérica o la propia franja musulmana. Cuanto más avancen ellos, más retroceden Europa y América. Esa es la otra gran verdad del liberalismo globalizador.