Subir a por aire


Txema Montero y Koldo Mediavilla en Hermes

"Todo comenzó tras perder el PP las elecciones del 14-M. La urgencia en impedir la recuperación política de la peor derecha que asfixiaba al progresismo español y al nacionalismo democrático, llevó a la toma de rápidas decisiones y renovados acuerdos como la retirada de las tropas de Irak, el desalojo de Fraga, la legalización del matrimonio entre homosexuales, la proclamación del Congreso de asumir un final dialogado de la violencia de ETA y, en fin, el debate del Nou Estatut de Catalunya."
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Pareciera como si un muelle comprimido se hubiese desplegado y otra idea de España tomase relevo a la revisionista de Aznar empeñado en nacionalizar ideológicamente, des-estatalizar económicamente y cacarear internacionalmente. Lo que ocurrió, lo que está ocurriendo, es que el pulso entre el ayer y el presente sigue irresuelto. La derecha española tradicional coincide y recibe apoyos del neo-nacionalismo español que hemos dado en calificar como constitucionalista. Resulta interesante observar que quienes influyeron e incluso personificaron la Transición Política desde posiciones de izquierda, se erigen ahora en guardianes del santo grial constitucional, alertando sobre los peligros de su eventual reforma, invocando más miedos y amenazas que argumentos.

Está pendiente de escribir una tesis sobre los hijos de personajes del Régimen que por rebeldía generacional y motivaciones genuinas acabaron en el antifranquismo, sobre todo comunista, ideologizaron en la Transición, y ahora, afincados en la megaloidea de España se oponen al cambio. Cuando el ministro Bono se enorgullece de su padre falangista (cuidadosamente ocultado durante quinquenios) confunde su historia familiar con la general. No dudamos que fuese un amantísimo esposo; pero como cargo fascista que fue, Bono padre resultaba un político infame. En contraposición, el presidente Zapatero evoca a su abuelo, militar constitucional republicano fusilado por los facciosos. Lo alucinante del revisionismo histórico en el que está inmersa la derecha tradicional y sus acogidos es que, con su proceder, Bono ejemplifica la reconciliación de España, mientras que Zapatero ahonda en su división.

En medio de esta marejada el Parlament de Catalunya aprueba su Estatut y la algarabía se transforma en jauría. Desde Móstoles, como en 1808, se proclama un bando; desde la España castellanizada, como en 1707, se ataca a Catalunya. ¿Se repite la Historia? No y sí. Ni invasión francesa, ni pleito dinástico, pero al fondo un poso de resentimiento nacionalista español que se traduce en reproches retóricos: ¿por qué se empeñan en hablar otra lengua si todos conocemos el castellano?, ¿por qué reclaman “privilegios” fiscales si la solidaridad entre los territorios debe ser imperativa, por qué quieren decidir por sí mismos si todos conformamos una sola nación?

Resulta desalentador que quienes desde las diferentes autonomías rechazan las propuestas de cambio catalanas no las vean para sí necesarias… salvo que vascos o catalanes las consigan; lo cual dice mucho acerca de su necesidad (escasa) de cambios y poco acerca de su capacidad reivindicativa. Incapaces de comprender que Euskadi, Galiza y Catalunya, necesitan subir a por aire. Negándose a ver que el actual modelo de Estado limita el desarrollo económico, social, cultural y político de esas tres nacionalidades. Mirando hacia otro lado ante los nuevos retos que suponen la globalización, la construcción europea y los cambios sobrevenidos por la transformación de la estructura económica, inmigración y referencias culturales. Alineándose con las posiciones más centralistas, se aferran al inmovilismo explicito:“ningún cambio, de ninguna manera”, o implícito:“cambios sí pero solo desde la reforma constitucional”, asunto imposible mientras ellos mismos, quienes alancean a Zapatero desde el PSOE, no lo propicien.

George Orwell testimonió su reconocimiento al pueblo catalán en su afamado “Homenaje a Catalunya”, memorias de un combatiente antifascista, antiestalinista, anti imperialista, antioligárquico y anticentralista; suma de “antis” que produjeron como resultado un demócrata radical e insobornable. En nuestro particular homenaje a Catalunya nos despedimos, con un fragmento de “Subir a por aire”, libro escrito por Orwell inmediatamente después de regresar de España, herido por las balas de los franquistas, el alma despellejada por las maniobras sectarias y criminales de los estalinistas… “ya sabes cómo son las calles del extrarradio de West Blechtey –el barrio periférico de A subir por aire–.Todas son iguales. Filas interminables de casas pareadas. La fachada de estuco, la verja pintada de creosota, los setos de alheña, la puerta de la calle de color verde. En una de cada cincuenta vivirá un tipo antisocial que seguramente terminará en la cárcel y que ha pintado la puerta de azul en lugar de verde”

Que así no sea.