Jueves de Lardero y la transversalidad

Ayer l@s vitorian@s vascos celebraron el Jueves de Lardero, típica y ancestral celebración carnavalesca en Álava que, después de años olvidada, fue recuperada en el territorio histórico y también en la capital. Los eventos los organiza la Escuela municipal de folclore, y en ella participan tanto profesores como alumnos del centro. La novedad en sí no estriba en el aspecto festivo, sino en su carácter marginal vasco. Me explico: no es ninguna novedad que los alumnos de la escuela del folclore son mayoritariamente del modelo D, es decir, de las ikastolas. Apenas si hay alumnos de las Ursulinas, de Marianistas, de Corazonistas y del resto de centros privados de la capital. ¿Por qué?

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¿Por qué existen esos dos mundos tan claramente diferenciados? A la plaza de los fueros acudieron los hijos de los vascos autóctonos alaveses y los hijos de los vascos venidos de la periferia. Del resto, ni rastro.

No es el único caso. Si llevas a tus hijos a catequesis a Gure Aita, sólo te encontrarás con niños de ikastola: Armentia, Duraña, Olabide, Abendaño (….) Nadie de los centros privados, algunos ya desgajados del control de una determinada orden religiosa. Es el caso de Ursulinas. ¿Cómo labramos la famosa transverslidad en estos casos? Entendiendo por tal que un mundo se implique, se acerque al otro; que los unos compartan costumbres y actividades de los otros.

No es sólo cuestión de idioma, aunque es el elemento principal. Observo que hay reticencias difíciles de superar. El carácter foráneo tampoco es determinante, ya que son más los emigrantes que mandan sus hijos a los colegios privados que a las ikastolas. ¿Es quizá el factor ideológico? Ninguno de nosotros llevamos la pegatina de constitucionalista o nacionalista pegada en la frente. Y tampoco olemos diferente.

En el Jueves de Lardero nos conocíamos todos, era como si fuésemos de la casa (o de la cosa) de los vascos. Algo habremos de hacer para que cambie, pero dos no se pegan si uno no quiere; pero tampoco se besan.