Equilibrio en el Casco Viejo vitoriano


No han transcurridos todavía diez años. Por aquella época todo el mundo hablaba de envejecimiento exponencial y pérdida paulatina de la población de la manzana medieval. Luego vino el boom de los emigrantes que, como es habitual, copan las zonas más deprimidas, por baratas. Quizás por eso las autoridades consideran que el Casco Viejo vitoriano ha de ser repoblado por chavales. Con ello se consigue, por un lado, y esto lo han explicitado, sacarlos de sus casas, y por otro, esta es ya mi apreciación, equilibrar la población entre autóctonos e inmigrantes. No conforme con ello el alcalde ha ordenado el traslado de parte de la gestión municipal a la calle San Vicente Paúl, concretamente se trataría de las áreas de Urbanismo y Medio Ambiente.
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Los vecinos que habitan el Casco Viejo están todos de sicólogo. No hay zona en Vitoria que en tan poco tiempo haya vivido o, mejor dicho, padecido tantas alteraciones del entorno. Algunas medidas de rehabilitación, digámoslo, de necesarias que eran, son de agradecer. Un entorno urbanísticamente tan degradado y de usos tan extraños corría el peligro de convertirse en un gheto marginal. Está muy necesitada de actuaciones de rehabilitación.

Muy otra es la cuestión de los ruidos nocturnos y porquerías nocturnas y diurnas. Hasta hace poco padecíamos la juerga contínua hasta las siete de la mañana. Ahora, además, nos abren los kebab a las seis los fines de semana, y a las ocho, o antes, abrirán las oficinas municipales entre semana. Todo está bien si se equilibra.

Propongo que todos los chiringuitos, incluidos el Azkena y el de la calle Aldabe cierren, a más tardar, a las dos los fines de semana, y entre semana, incluído el jueves, esté todo cerrado a las doce. Así, el Casco Viejo soportará parte de la juerga y, en contraparida, se hará con algo de la gestión municipal. Ambas actuaciones redundarían, qué duda cabe, en beneficio del entorno, haciéndolo más saludable y atractivo.

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