Polanco lleva razón


Artíuclo de Enric Sopena en El Plural.

El presidente de la sección cuarta de lo Penal de la Audiencia Nacional, Fernando Bermúdez, recabó en su momento firmas entre funcionarios de la AN contra el Estatuto catalán, tal como predicaba entonces el PP. Todo un ejemplo de parcialidad judicial manifiesta. No importa. Para la derecha es clarísimo que todo vale. Por mucho menos, los magistrados conservadores del Constitucional recusaron a Pérez Tremps. Ahora, los tres integrantes de esa sección de la AN han dado la campanada.

Se han permitido -en un gesto provocador sin precedentes- enviarle a la Fiscalía General del Estado y, por supuesto, al Gobierno un mensaje de desautorización sobre el último episodio de inculpación frustrada de Otegi. Ningún regalo mejor podían recibir –en las presentes circunstancias- Mariano Rajoy y sus seguidores. ¡Más madera, que es la guerra!, gritan los guerracivilistas, mientras se apoderan por las bravas, y cada vez con mayor frecuencia, de las calles de Madrid.

Político débil y a la deriva
Las certeras afirmaciones de Jesús de Polanco han encolerizado a los genoveses. Pero el presidente del grupo mediático más relevante no ha hecho más que decir en voz alta lo que piensa la inmensa mayoría de los ciudadanos. El principal problema político de España es que el PP no es un partido de derechas “moderno, laico y democrático”. Es un partido reaccionario, en manos de un político débil y a la deriva, que intenta salvarse como sea de una solemne derrota anunciada.

Guerracivilistas
Su retórica es semejante a la utilizada por la derecha tradicional, la misma que promovió en parte y apoyó sin escrúpulos la sublevación militar del 18 de julio de 1936, que desembocó en la guerra civil. Los herederos de aquellos guerracivilistas, que se cargaron la República a bombazos, dirigen un partido cuya apuesta estratégica es regresar a la Moncloa a cualquier precio.

Altísimo precio
Ellos sí están pagando un altísimo precio político –en términos de cuartear el Estado democrático, de erosionar la convivencia ciudadana y de favorecer objetivamente a los más duros de ETA/Batasuna- en aras de echar a José Luís Rodríguez Zapatero de la Presidencia del Gobierno. Peor aún. Ese precio político no lo paga, hoy por hoy, el PP, sino que lo estamos pagando ya y lo vamos a pagar muy caro el conjunto de los españoles.

Neofalangistas clericales
Es hora de cerrar filas con el Gobierno legítimo, surgido de las urnas del 14-M. No se debe consentir que la obsesión depredadora de estos neofalangistas clericales –que cuentan con el apoyo de una Iglesia copeliana y tridentina- no sólo se mantenga, sino que se vaya multiplicando de forma inquietante. No puede ser que los nobles intentos de Zapatero -secundados por el resto de partidos-, tratando de conseguir el fin dialogado y pacífico de ETA, estén siendo bloqueados ferozmente por los intereses electoralistas de quienes actúan más desde la lógica de los inquisidores que en función de los intereses generales de los españoles.

¿A qué esperan los moderados?
Es hora asimismo de que los centristas del PP expresen públicamente su rechazo a tanto aventurerismo. El PP se ha transformado en un partido fundamentalista que exhibe comportamientos impropios de una formación responsable y, en cambio, propios de los partidos extraparlamentarios o incluso antisistema. Esta deriva no lleva más que al precipicio, con el riesgo de que termine por agrietarse el Régimen democrático, nacido de la transición. La UCD fue, por desgracia, un espejismo. Pronto fue relevada por la derecha sin complejos. El silencio estos días de Alberto Ruiz Gallardón y algunos otros líderes moderados empieza a ser lamentablemente elocuente. ¿A qué esperan? ¿Por qué tanto temor?

Ayatolás populares
Los que hace once años hicieron cuanto pudieron desde el aparato del Estado –con la complicidad de periodistas y jueces que auparon a Aznar hasta conducirlo en volandas a la Moncloa-, para hundir el Grupo Prisa y, de paso, meter en la cárcel a Polanco y a Juan Luís Cebrián, se rasgan ahora las vestiduras. Han reaccionado activando sus acostumbrados instrumentos autoritarios. “Los vamos a castigar poniéndolos cara a la pared, boicot a Prisa”, chillan los ayatolás populares. Pero su actitud los traiciona. La madrastra de la Cenicienta también rompía el espejo, espejito. Nunca soportó que Cenicienta fuera más guapa que ella.

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